La presencia de cintas de lectura en los libros no es un capricho moderno; es una tradición que se remonta a tiempos antiguos. En los manuscritos medievales, las cintas de seda o pergamino no solo señalaban la última página leída, sino que también agregaban un toque estético, a menudo con colores y diseños intrincados.
En la era actual de dispositivos electrónicos, las cintas de lectura pueden parecer una adición simple, pero su sencillez esconde una profunda conexión con la forma en que interactuamos con los libros. Al marcar una página, estas cintas no solo nos ayudan a retomar donde lo dejamos, sino que también crean una relación física con el libro.
Los diseñadores de libros a menudo seleccionan cintas que complementan la paleta de colores de la cubierta o la temática del libro. Estos pequeños detalles no sólo son estéticamente agradables, sino que también continúan la atmósfera visual coherente.
Son marcadores de momentos y recordatorios de que la lectura es más que absorber palabras; es una conexión tangible y hermosa con las historias que amamos explorar.
